viernes, 3 de mayo de 2013

Banderillas negras

  Vaya por delante que no presencié la corrida de El Cortijillo-Hermanos Lozano que se celebró en el día de ayer en el coso de Las Ventas, sencillamente no tuve ganas de acudir a un nuevo encierro de estos hierros a pesar de los toreros tan interesantes que había anunciados. Son ya muchas tardes en las que los hermanos Lozano se ríen de la afición, principalmente cuando de sus marcas blancas se trata, presentando en nuestra plaza verdaderas limpias de cercados, toros feos, abrochados, cornicortos, caballares, mulares, sin tipo Núñez, uno de este hierro, otro de aquel...; todo ello bajo el beneplácito de veterinarios y autoridades, muy condescendientes ellos con los propietarios de estas divisas. A través de la web de la plaza vi los toros en los corrales y terminé de confirmar mis sospechas: Corrida conmemorativa de aquel glorioso 2 de Mayo madrileño y en los corrales de su histórica plaza, veo que hay uno alto, otro bajo, aquel con cara de joven, otro con expresión viejuna, el de más allá escaso de defensas y a su vera uno que parece un buey. Bien sabe el aficionado el error que supone juzgar los bichos por las fotografías de los corrales, por variados y diversos motivos, pero aquello era tan sumamente claro que no dejaba lugar a dudas.
 
 
Novillo y toro de El Cortijillo. ¿Dónde queda la finura clásica del Núñez, los vientres recogidos, el lomo ligeramente ensillado?
 
  Haciendo honor a la verdad, no tengo nada que achacar a las hechuras del encierro presentado por El Cortijillo en la corrida del 10 de mayo de 2012, de muy buen trapío, sin embargo, y aquí llego al tema que quiero tratar en esta entrada, los toros de aquel día exhibieron una mansedumbre tal, tan espantadiza y cobarde, que parecían animales de media casta, moruchos de capea pueblerina.
 
  No pretendo, ni mucho menos, hacer afrenta con esta entrada a las marcas blancas de los hermanos Lozano, la mansedumbre es una condición más del toro de lidia presente en casi todas las corridas que se celebran, en todo tipo de ganaderías, y motivo de lucha constante del buen ganadero tratando de vencerla seleccionando casta y bravura. Otros ganaderos, muy modernos ellos, se vanaglorian de criar el toro bravo auténtico, el toro de hoy, el toro artista, el que sirve; y no es otra cosa que un manso que acomete, mansi-bravo que dicen algunos, o mansi-tonto, o perri-manso, ya no recuerdo cómo era exactamente. El toro de comportamiento verdaderamente bravo es una cosa muy seria y se ve en contadas ocasiones a lo largo de una temporada, un milagro de la naturaleza. No obstante, en lo que va de campaña hemos tenido la fortuna de ver ejemplares de esta clase en Castellón, con Cuadri; en Valencia, con Adolfo Martín; o en Arles, con Victorino Martín o Cebada Gago.

El bravo es un milagro, ya lo dijo Paco Media-Luna en su "Diccionario Cómico-Taurino para diestros que lo necesiten (que son muchos)".
 
Lagarto, de Cebada Gago. Lidiado y estoqueado en Arles 2013. Un toro bravo
 
  Todos los aficionados coinciden que en el día de ayer, se volvió a dar el caso de un toro huidizo que no quiere ver al caballo ni en pintura, siendo en vano todos los intentos por llevarlo a la caballería, pasando a los tercios posteriores sin recibir el castigo conveniente. Un toro de banderillas negras. No es un hecho aislado, lo hemos visto en infinidad de ocasiones en las últimas temporadas: en la corrida del día de la Hispanidad 2012, con el primer toro de Samuel Flores, la corrida del Cortijillo referida anteriormente, Atanasios-Lisardos de la familia Fraile, etc.
  El Reglamento Taurino que rige en Madrid, a este respecto, es claro y tajante:
 
 
 
  Es un facultad, no es un deber, el texto dice "podrá ... disponer la aplicación de banderillas negras". Entonces, ¿qué sucede con el equipo gubernativo de Las Ventas que nunca puede disponer la aplicación de banderillas de castigo? ¿Por qué nunca se aplica el castigo que han merecido tantas reses a lo largo de estos años? ¿Es un ardid por salvaguardar la honra de las divisas; hay algún tipo de confabulación entre presidentes y ganaderos; o quizá entre presidentes y lidiadores? ¿O simplemente es otro abandono de tantos que se producen restando a la lidia su variada y compleja preceptiva, a fin de convertirla en un solitario y triste tercio de muleta, que no de muerte?

  No dispongo de los datos exactos acerca de las últimas reses condenadas a banderillas de castigo por su mansedumbre, el último caso que encuentro es en 2007, en una novillada de Miguel Zaballos fueron condenados dos ejemplares, uno de ésta y un sobrero de El Pizarral. Juan Pelegrín publicó una buena entrada sobre ello. Aquella tarde, clavó fenomenalmente los rehiletes negros un torero que con el tiempo ha tomado categoría de maestro en el arte de banderillear: David Adalid.

  Pero si podemos hablar de lo que pasó en la segunda mitad del siglo XX, concretamente en las 50 primeras ferias de San Isidro (1947/1997), donde un total de 37 ejemplares sufrieron la condena del pañuelo rojo. Son estos:
San Isidro. 50 Ferias 50. Diego Lechuga
 
  En 50 ferias 37 ejemplares, un promedio que en los últimos años ha caído hasta llegar prácticamente a cero, insisto, ¿por qué se produce esta inhibición por parte de los presidentes? Porque mansos pregonaos se siguen y se seguirán viendo. La lidia se ralentiza de forma exasperante, se le hacen mil perrerías a los toros que perjudican a su comportamiento, algunos pasan crudos a la muleta y, al fin y al cabo, es otra suerte de la Tauromaquia que queda relegada al ostracismo, a la prehistoria. Otro pétalo que arrebatamos a la flor del espectáculo. 
 
 
 
Una lidia emocionante a un toro de banderillas negras, de Cortijoliva. Tarde histórica, Jose Miguel Aroyo, "Joselito",  encerrona en Madrid el 2 de Mayo de 1996
 


 
¿Acaso se habrá extraviado el pañuelo colorado del palco presidencial de Las Ventas?

 

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